Pedir ayuda no es ser débil, sino justo todo lo contrario. La gente ‘ganadora’ pide ayuda cuando lo necesita y avanza en la vida; la gente con mentalidad ‘perdedora’ se refugia en su orgullo y queda estancada.
Nadie quiere dar la sensación de ser un flojo. Y esa es la sensación que tiene mucha gente al pedir ayuda. Sin embargo, la vida, a menudo, es paradójica, lo que parece no es. Y curiosamente las personas con autoestima más elevada son las que hacen muchas cosas que otros esconden o no hacen por inseguridad. Pedir ayuda, consejo, colaboración, dirección, contraste... sólo es propio de personalidades fuertes; de aquellas que tienen claro (muy claro) que avanzar exige estrechar lazos y buscar otras manos (ver post El poder de no saber).
Keith Ferrazzi, autor de Nunca comas solo, escribe: «Tú necesitas ayuda y los demás también necesitan ayuda. Tenéis que hacer más que aceptar la generosidad de los demás. A menudo, tenéis que ir y pedirla. Hasta que estés tan dispuesto a pedir ayuda como a darla, sólo estás resolviendo la mitad de la ecuación».
No puedes llegar a todo, ni hacerlo todo, ni conseguirlo todo. Sólo estás muy limitado, uno llega hasta donde llega, pero no más. La solución es obvia: PEDIR. En la obra Los principios del éxito de Jack Canfield se recogen las palabras del filántropo Percy Ross: «Tiene que pedir. En mi opinión, pedir es el secreto más potente y olvidado para alcanzar el éxito y la felicidad».
La gente tiene tanto miedo a pedir porque tiene miedo al rechazo, y eso hiere el orgullo (sentirse importante) de la persona. Pero hay otra forma de verlo desde un enfoque diferente. Ya hemos dicho muchas veces que nuestra actitud tiene el poder de transformar cualquier acontecimiento. Una buena actitud te permite aprovecharte y sacar partido de cualquier situación. Una buena actitud lo cambia todo.
Sin duda alguna, para avanzar en la vida hay que arriesgar: hay que atreverse a buscar socios, hay que atreverse a buscar financiación, hay que atreverse a salir a la calle y vender, hay que atreverse a pedir ayuda... Y cuando uno se atreve a hacer todas esas cosas, muchas veces a uno le dan calabazas. Para poder tener éxito es necesario aprender a manejar el rechazo. Pero lo importante no es el rechazo sino tu interpretación del rechazo.
Hace poco dejaba esta reflexión en mi cuenta de Instagram: «El rechazo es parte normal de la vida. La gente que no acepta ser rechazada nunca logra nada. ¿Cuál es el principal miedo a la hora de vender? El miedo al rechazo. ¿Cuál es el principal miedo que se esconde a la hora de pedir ayuda? El miedo al rechazo. Y existe tanto miedo porque a menudo se identifica un ‘no’ con: no le gusto, no soy bueno, no soy capaz... Debes saber que un ‘no’ no es nada personal, no tiene que ver contigo, simplemente que la gente puede tener otras prioridades o no tener tiempo para atenderte. Siempre habrá ocasiones en que te van a decir ‘no’. No le des más vueltas, y llama a otra puerta. Es bueno acostumbrarse pronto a que a uno ‘le den calabazas’, porque, después de cada vez que ocurre, la siguiente duele menos, y luego llega un momento en que ya no te afecta en absoluto. Se llega así a un nivel superior en el que vas a disparar muchas más veces, con lo cual aumentan las probabilidades de que te digan ‘sí’; cuantos más disparos hagas, más posibilidades de dar en el blanco. Además, ¿cuál es el riesgo de que te digan que ‘no’? Quedarte como estabas, o sea, ningún riesgo…»
Robert Kiyosaki, autor de Retírate joven y rico y personaje incluido en Aprendiendo de los mejores (Alienta, 27ª edición), contaba en cierta ocasión la siguiente anécdota: «Cuando era un joven que trabajaba en Xerox, todavía recuerdo a mi primer cliente en Waikiki. Después de pasar una hora tratando de juntar valor suficiente para llamar a la puerta, finalmente entré para ver al propietario de una pequeña tienda de baratijas turísticas. Era un señor mayor que había visto a vendedores aprendices como yo durante años. Luego de tartamudear y sudar mientras le decía los argumentos de venta que memoricé sobre los beneficios de las fotocopiadoras Xerox, todo lo que hizo fue reírse de mí. “Hijo,” dijo, “Eres el peor que he visto en mi vida. Pero sigue adelante, porque si puedes superar tus miedos, tu mundo será muy brillante. Si renuncias, puede que termines como yo, sentado detrás de un mostrador 14 horas al día, 7 días a la semana, los 365 días del año, esperando que los turistas vengan. Yo espero aquí porque tengo demasiado miedo de salir y hacer lo que estás haciendo. Supera tus miedos y tu mundo se hará más pequeño cada año.” A día de hoy, todavía le doy las gracias a ese viejo sabio».
No obstante, pedir también tiene su parte ciencia. No es lo mismo pedir de una manera que de otra. En Tu futuro es HOY (Alienta, 6ª edición) dejamos algunos tips que te pueden servir de ayuda:
- Pide con claridad. Es importante ser preciso: decir lo que se quiere de manera clara ahorra tiempo y energía a la otra parte que sabrá cómo actuar. Las vaguedades generan inefectividad.
- Pide con confianza. No dudes a la hora de pedir porque das la sensación de que pides algo que no te mereces. Si te decides a pedir, pide sin timidez. Cuando la gente muestra inseguridad, es más fácil decirle ‘no’.
- Pide con consistencia. No todo sale bien, ni mucho menos a la primera. Hay gente que no puede o no querrá ayudarte. Otros no te contestarán o te darán largas. No pasa nada. No renuncies. Insiste.
- Pide con sinceridad. Con el corazón, que de verdad pides lo que pides porque es bueno para ti, porque lo necesitas, que no es un mero capricho.
- Pide sin comprometer. Hay que saber cuándo es oportuno pedir y cuándo no; y eso suele ser cuando puede comprometer a la otra parte.
- Pide facilitando las cosas. Si es posible ofrece diferentes alternativas para que la otra parte tenga más opciones y no se vea en un callejón sin salida.
- Pide pero no olvides dar. No pidas sólo cuando lo necesitas, preocúpate también por dar, y si es posible, dar primero. Si das, recibirás cuando llegue el momento. La vida es un flujo de dar y recibir constante. Es el principio de reciprocidad que rige la vida.